(Por Daniela Herranz de 6º B de Primaria)
Finalista de la 3ª categoría del Certamen Literario "Mio Cid"
IX Semana Cultural Colegio Monte Tabor.
Había una vez, una niña
llamada Olivia, que como cualquier día normal, se despertó, se duchó, se
vistió y se fue a colegio.
Aquel día, se
fue con su amiga Ana a la escuela andando, ya que sus padres no la podían
llevar, puesto que su padre se iba a trabajar muy pronto y su madre estaba cuidando a su abuela que estaba
un poco enferma.
Por el camino, Olivia le propuso a Ana un juego, y le dijo que
si adivinaba lo que harían en la escuela le daría unas golosinas. Ana, que era
mucho más aplicada y madura que Olivia la respondió, con un rotundo no, y
Olivia, molesta se enfadó con ella y la dijo que era una aburrida y una aguafiestas
que no se sabía divertir. Pero Ana, que no pensaba aceptar tal propuesta, la
ignoró. Una vez que llegaron al colegio, aun no se habían perdonado, y aunque
algunas de sus amigas les sugerían perdonarse, Ana y Olivia, orgullosas, se negaban. Sonó el timbre y
todos os alumnos, subieron a sus respectivas aulas.
En cuanto toda la clase
estuvo sentada, su profesora Clara, les anunció que tenía una sorpresa para
ellos. Toda la clase se puso a dar saltos de alegría y a elegir a los
compañeros con los que les apetecía hacer el trabajo, pero en cuanto su profesora escribió en la pizarra “Santa Teresa de Jesús” un niño, señaló la pizarra a sus compañeros
y todos los niños se callaron, y se quedaron mirando la pizarra con cara de “¡pero porque a mí!” o simplemente,
suplicando a la profesora que cambiara el tema del trabajo. Sin embargo, a Ana
que aparte de ser aplicada y lista, le encantaba la vida de los santos, se le
dibujó una sonrisa en la cara y se entusiasmó.
La profesora empezó a hacer preguntas
sobre Santa Teresa, a las que únicamente respondió Ana. Todos los niños,
impresionados por los conocimientos de Ana, empezaron a pedirle que fuera su
compañera de trabajo. Pero sin embargo,
Olivia, envidiosamente la miró de reojo y le dijo a su compañera de al lado: - ¡la aguafiestas vuelve a aburrirnos con sus
memeces! Esta frase siguió circulando por toda la clase hasta que llegaron
a oídos de la pobre Ana y a esta, avergonzada se le escapó una lágrima. Finalmente
se enteró la profesora, que como castigo
por aquella horrible humillación, decidió que hiciera una redacción de tres
páginas sobre Santa Teresa. Después sonó el timbre y bajaron al patio. Durante
todo el recreo, Olivia, se estuvo quejando
diciendo cosas como “no pienso
hacer la redacción” o “todo es por
culpa de Ana”…, pero sin embargo, Ana estaba decidida a pedirle perdón a
Olivia (aunque no supiera porque), hasta que se enteró por una amiga suya, que
Ana seguía hablando mal de ella a sus espaldas, y en ahí fue cuando decidió que
la que debía pedir perdón a la otra era Olivia.
Cuando regresaron a clase,
siguieron con el trabajo y estuvieron recopilando información sobre Santa Teresa,
como su nacimiento, su fallecimiento, donde nació, quien era su familia, como
fue su vida… Finalmente, el colegio terminó y desilusionada, Olivia se fue a su
casa. Como esta vez iba con su madre, le empezó a contar lo que le había pasado
en el colegio. Le contó que se había enfadado con Ana, que iban hacer un
trabajo sobre Santa Teresa de Jesús y lo que más aburría a Olivia: que tendría
que hacer la redacción. Su madre, como principal punto, le dijo que debía pedir
perdón a Ana, ya que ella no podía juzgar a nadie por cómo era o las cosas que
le gustan, y como segundo punto, le dijo que si quería le podría ayudar su
padre, que sabía mucho sobre ese tema. Pero Olivia se negó a que alguien le
ayudara y se enfadó con su madre, ya que no opinaba lo mismo que ella. Una vez
en su casa, Olivia fue a buscar a su abuela, para preguntarla que opinaba sobre
lo de Ana. Aunque fue inútil, ya que esta le respondió lo mismo que le había
dicho su madre. Olivia se encerró en su
cuarto, y enfadada y sin haber hecho los
deberes, se tumbó en su cama y, en un abrir y cerrar de ojos, se durmió
pensando en Santa Teresa de Jesús. De repente se encontró en una calle
desconocida para ella y gritando y llorando, se dio un golpe en la cabeza y se desmayó.
Más tarde se encontraba tumbada en la cama de una habitación con una mesa, sobre la que
había un libro, un crucifijo sobre ella, y una monja a su lado, esperando su
despertar. Olivia agobiada por no encontrarse en su casa, la preguntó que donde
estaba y por qué se encontraba allí, a lo que esta respondió:
-No te preocupes, ahora estás
conmigo y te encuentras en Ávila. Además, no hagas tantas preguntas que te
tengo que contar muchas cosas.
-¿El qué?
-Sssshhh, espérate….
Le dijo que ella se llamaba
María, y que era una humilde monja que estaba allí para ayudarla, con lo que
Olivia, desconcertada, se preguntó en que la iba ayudar. Y rápidamente, como si
la hubiera leído el pensamiento, la dijo que la iba a ayudar con el trabajo
sobre Santa Teresa de Jesús. Olivia no entendía nada, aunque, aun así seguía
escuchando a María. Esta continuó y la explicó, mientras Olivia apuntaba, que
Santa Teresa nació el 28 de marzo de 1515. Su padre se llamaba Alonso Sánchez y
su madre se llamaba Beatriz Dávila y Ahumada. Tenía once hermanos: dos de una
madre y nueve, incluida ella, de la otra: María, Juan Vázquez, Rodrigo,
Hernando, Juan de Ahumada, Lorenzo, Antonio, Pedro, Jerónimo, Agustín y Juana. Olivia
aburrida, la miraba, pero en realidad no se había enterado de nada. María
prosiguió: cuando Santa Teresa tenía apenas seis o siete años, empezó a leer
unos libros romanceros de su padre y estos despertaron el corazón y la
inteligencia de la niña. Y más tarde empezó a leer libros de caballería.
También en dicho tiempo, Teresa pensó en sufrir el martirio y ella y su hermano
se fueron a tierras de infieles.
A los doce años, su madre murió y ahí ya se
notaba la vocación religiosa de Teresa. En ese mismo momento a Olivia le
despertó la curiosidad y empezó a hacer preguntas, a las que María, como si fuera
sorda, no respondía y continuó sin apenas inmutarse: cuando Teresa ya era mayor
y vivía en otra casa, tuvo que volver a la casa de su padre porque se vio
afectada por una grave enfermedad. Una vez curada, Teresa bajo una lucha
interna, decidió finalmente contarle a su padre su deseo de ser monja, pero
este no se lo consintió y le dijo que mientras viviera bajo su techo, no la
dejaría ser monja. Aun así, Teresa abandonó la casa de su padre y se hizo monja
del Convento de la Encarnación. Tras entrar en el convento, su salud empeoró y
sufrió desmayos y otras cosas parecidas y así pasó el primer año hasta que su
padre decidió, para curarla, llevarla junto a su hermana María, que vivía con
su marido en Castellanos de la Cañada. Pero de vuelta en Ávila, un Domingo de
Ramos, desafortunadamente sufrió un
paroxismo y se quedó paralítica durante más de dos años. Olivia, cada vez más
interesada, anotaba en la libreta todo lo que decía María, pues le parecía muy
interesante. Después de que Olivia anotara unas cuantas cosas, le preguntó a María,
que como estaban en Ávila, si podían ir a ver el convento de la Encarnación y
esta le respondió que se encontraban en él.
Olivia, con una gran cara de
asombro se empezó a preguntar por qué están allí, como había entrado y muchas
cosas más y María la dijo que al final lo entendería todo. Entonces María le
siguió contando: cuando Teresa recuperó su salud, volvió al convento de la Encarnación,
aunque recibía visitas frecuentemente. Poco después Teresa abandonó la oración y
se le apareció Jesucristo regañándola por su trato familiar con no
practicantes. Pero igualmente Teresa siguió con su vida cotidiana, hasta que un
día todo cambió, debido a que vio una imagen de Jesús crucificado. Olivia le
pidió a María que parara un momento ya que se encontraba cansada de escribir
tanto y esta se lo concedió. Cuando hubieron descansado un rato María siguió: tras
la muerte del padre de Teresa, esta decidió enmendar sus fallos e hizo un voto
de aspirar siempre a hacer las cosas lo mejor posible, y finalmente lo
consiguió. Además ella ayudo a fundar el convento de San José aparte de que
ayudo en muchas otras cosas. En ese momento, Olivia comentó que en el colegio
la habían dicho que Santa Teresa había escrito libros y María le explicó que sí
que había escrito libros como por ejemplo, el “Lib
Tras esa breve
pregunta María continuó hablando: Teresa pasó por Burgos, donde fundo un
convento de descalzas, Palencia, Valladolid y Peñaranda, hasta que llegó a Alba
de Tormes, y allí su estado de salud empeoró. Y desgraciadamente murió el 4 de
octubre de 1582, en brazos de Ana de San Bartolomé. Ahí María dio por terminada
la vida de Santa Teresa de Jesús. Olivia, cerró su libreta contenta de toda la
información que había anotado, y le preguntó a María por qué sabía tanto sobre
Santa Teresa de Jesús y María con una pícara sonrisa, la respondió que en realidad
ella no se llamaba María, sino Teresa y solo en ese momento, Olivia comprendió
que ella era... ¡Santa Teresa de Jesús! A Olivia le entraron muchísimas dudas y
preguntas, aunque no tenía tanto tiempo y Santa Teresa no le pudo responder
todas. Una vez que se habían despedido, Teresa le mencionó a Olivia que le
había hecho mucho daño a su amiga Ana y que lo que le había dicho no estaba
bien, además de que le debía pedir perdón. Olivia asintió y en ese mismo
instante se encontró de nuevo en su cama tumbada y comprendió, ¡que todo había
sido un sueño! Entonces rápidamente se sentó en su mesa de estudio, e hizo la redacción
sobre Santa Teresa de Jesús y en un abrir y cerrar de ojos ya hubo terminado.
Al día siguiente Olivia se presentó en la escuela avergonzada por lo que le
había dicho a Ana y a esta última la encontró en un rincón llorando. Olivia le
pidió perdón, y Ana la perdonó, entonces se dieron un gran abrazo y tan amigas
como siempre. Al subir a clase, lo primero que hizo Olivia fue entregar,
orgullosamente, su redacción y después se pusieron a terminar el trabajo de
Santa Teresa en el que Olivia, muy contenta, participo y aportó mucha
información. Cuando Olivia llegó a su casa, le conto a su madre y a su abuela
todo lo que había pasado, incluido lo del trabajo y que le había pedido perdón a Ana, y su madre
orgullosa, preparó una merienda en la que no dejaron ni las migas. Entonces
aparte de otras muchas cosas, Olivia aprendió que si haces las cosas bien,
serás recompensado. Y así termina esta historia, en la que Olivia conoció a
Santa Teresa de Jesús.
Fin
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